Iguales en la diversidad. Participación de la familia.
«Solo desde el reconocimiento absoluto del otro y desde el amor que funda
lo humano podremos conseguir una relación familia y escuela». Parrellada
La
escuela que necesitamos considera que la idea de educación pública
abarca no solo a la educación dentro de la escuela, sino también
fuera de ella, por ello hablamos de la necesidad de establecer redes
de apoyo y cooperación dentro de los centros y entre estos y su
comunidad para progresar hacia una educación cada vez más
inclusiva.
Nos
centramos en la relación entre la familia y la escuela, como
sistemas abiertos, que tienen funciones diferentes pero
complementarias y, en la medida en la que exista una relación de
cooperación entre ambas, mejor podrán ejercer tales funciones. De
acuerdo con Bolívar (2006), cuando el profesorado siente que debe
asumir aisladamente la tarea educativa sin vínculos de articulación
entre la escuela, la familia, los medios de comunicación u otros
servicios o instituciones, se encuentra ante una fuente de tensiones
y desmoralización docente. Para ello debemos superar la concepción
de la familia como «clientes» de los servicios educativos y
reflexionar que no se trata de «estar» o de acudir a las reuniones
sino que nos referimos a una implicación real en la vida y
decisiones del centro, en donde existan cauces claros que permitan a
los padres estar informados y para que a la vez sus voces se
escuchen. Es fundamental que se sientan acogidos y valorados desde su
diversidad, que formen parte de las decisiones y de las actividades,
pero también de las preocupaciones del centro, que puedan implicarse
y ser un apoyo, en la medida de sus posibilidades, al centro y al
aula, en donde la relación con el docente no sea unidireccional sino
bidireccional, que se sientan, como parte de la solución a los
problemas que surjan y no como parte del problema.
Si
alguno de los grupos pertenecientes a la comunidad educativa, como es
el caso de la familia, no conoce o se siente ajeno a los objetivos de
la escuela, probablemente se convertirán en una obstáculo para su
progreso y difícilmente podremos implicarle en la misma (Collet y
Tort, 2008).
Para
lograr esto debemos cuestionarnos, por ejemplo, ¿qué estamos
haciendo? ¿qué importancia le damos a la relación familia-escuela?
¿qué estamos haciendo en el centro para favorecer esta relación
¿Se
respetan mutuamente las familias y el profesorado? ¿Las familias
sienten que hay una buena comunicación con el profesorado? ¿Se
brinda una variedad de ocasiones, donde las familias pueden discutir
el proceso de, y las preocupaciones sobre, sus hijos o hijas? ¿Se
aprecian de igual manera las distintas contribuciones que las
familias pueden hacer al centro? ¿Todas las familias sienten que sus
hijos o hijas son valorados por el centro? ¿Todas las familias
sienten que sus preocupaciones se toman en serio en el centro? Booth
y Ainscow (2002, p. 68).
Después
de plantearnos estas cuestiones, ¿qué podríamos hacer? Como punto
de partida a la hora de promover proyectos inclusivos debemos tratar
de informar a la familia sobre qué es la inclusión; hacer reuniones
o jornadas e incluir este aspecto en nuestra planificación; elaborar
folletos y escuchar a la familia estableciendo mecanismos concretos
para ello; determinar qué queremos cambiar y detallar los pasos
concretos para llevarlo a cabo.
Estaría
bien, por tanto, desarrollar actitudes de respeto a través del
diálogo y compartir acuerdos básicos con la escuela; y evitar
pensar que para educar a nuestros hijos e hijas no hace falta
compartir criterios con el centro educativo.
Fuentes de información
Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado
2012, Educación Inclusiva. Iguales en la diversidad.
"Participación de la familia". (Ministerio de
educación, cultura y deporte).
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