Contrapoder estudiantil
En relación con la entrada anterior trataremos el contrapoder estudiantil basándonos en un estudio llevado a cabo por Paul Willis en 1988, que investigó a los estudiantes "antiescuela" llamados entre ellos mismos "los colegas". Willis se convierte en un colega más y analiza la trayectoria de estos alumnos/as desde que abandonan la escuela hasta que se insertan en el mundo laboral. Analiza la oposición a la autoridad y el rechazo conformista donde la oposición se manifiesta como un estilo de vida: cambian de vestimenta, peinado, para ellos la capacidad de atraer sexualmente se relaciona con la madurez... Por otra parte fumar los distancia de "los pringaos" y los aproxima al mundo de los adulto y su esencia es pertenecer al grupo. Existe un tabú universal de no delatar a un colega ante alguien que posea autoridad, si alguien se chiva es excluido. De igual modo la oposición a la escuela se manifiesta en la lucha por ganar espacio simbólico y físico en la institución donde el escaqueo supone un elemento de autonomía. Los profesores los acusan de perder el tiempo y se quejan porque producir cachondeo también los caracteriza. Finalmente es preocupante ver cómo esta cultura contraescolar contempla a la mujer al servicio del varón, o como objetos sexuales (amigas ocasionales) o como seres hogareños (novia formal).
Siguiendo los planteamientos de Willis la cultura conescolar guarda bastante relación con la cultura a la que sus miembros están destinados: cultura de fábrica, -además los jóvenes de familias de alto capital fracasan porque trasladan las prácticas desde el hogar y utilizan autojustificaciones para sus malas conductas, no aceptan imposiciones, rechazan el esfuerzo y el trabajo duro, actúan como si su capital y talento innato ya fuera necesario para alcanzar un rendimiento escolar satisfactorio.
Por otra parte destacamos que la escuela promete los mejores empleos -y no siempre es así; así los colegas de Willis desean trabajar en la clase obrera por penetración y limitación: captan las limitaciones sociales (explotación, alineación, división social...) y quedan limitados por obstáculos (pues la limitación resta peligrosidad a las penetraciones dificultando la transformación social). Así los chicos antiescuela rechazan trabajos con connotaciones femeninas o donde no se ejerza la fortaleza física.
¿Qué podemos hacer como docentes para cambiar esto?
Los enfrentamientos y los grupos antiescuelas pueden disminuir o desaparecer si se organiza la vida en las aulas de manera que los estudiantes se sientas corresponsables de su aprendizaje. Lo ideal es tener grupos heterogéneos donde los alumnos que saben más explican a los que saben menos y así todos pueden aportar algo al grupo y compartir con ellos sus saberes y/o habilidades. Los docentes han de dinamizar las interacciones y hacer que se reflexione sobre las respuestas de los ejercicios. Como hemos señalado en la anterior entrada, el uso de las nuevas tecnologías en el aula y el fomento del trabajo cooperativo es fundamental para la vida del aula, y de igual modo es ideal que propiciemos el debate.
Concluimos que una buena parte de los problemas que surgen en el aula son consecuencia de la incapacidad de adaptarse a los cambios.
Fuentes de información
Sociología de la educación secundaria, 2010. Rafael Feito. Capítulo 4: "La vida en las aulas", Departamento de Sociología, Universidad Complutense de Madrid.
Comentarios
Publicar un comentario